Me duele el pasado pasado en tornasoles pictóricos
como una puñalada al corazón indolente sin azar ni azares,
esa firme tristeza penitente, encerrada en mi ego maltrecho,
cojo,
entre el desahucio y la demencia, delirando hierbas y pánico
al ser.
Corrupción de esperas y esperanza, devolveré al cielo sus
plegarias
plateada la mirada de la luna, hermana de mis noches sin
altura,
el futuro en bruto, cae insoportable y pesado, ríe de todo
lo pasado,
aunque incierto imposible existe, es, nada cambiará hasta
que yo, si.
Me duelen los recuerdos, sin fábulas felices,
los que no viví, los que perdí, los que usurpan la placida
armonía
en la desaparición de los sin sentido, sino, cuando emergen
desde
la consecuencia y sus grietas, y tus piernas que me ocultan
del degüello
de la soledad, maldito diablo que punza mi cuerpo con sus pinchas
ardientes.
Hasta el bar de la calle Borges, donde tu peperina nadaba en
la vaguedad
Hasta el tren que ya no tomo, por miedo a encontrarte y no
saber que decir,
Hasta el viaje que no hice, por no tener entereza para
afrontar está desilusión,
Hasta la España
lejana, tras el océano, que espera mi vuelta, al nacer otra vez,
Y el océano abismal me duele, cala hondo y frío, sujeto de
mil máscaras,
la realidad traspasando sus agujas, finas capas epidérmicas
rotas al vidrio
el tiempo de mi vida, me duele como un dolor, absoluto,
complejo
y por supuesto me duele fingir,
duele jugar,
duele ser
feliz
y ahí si se torna apto contradecirse en la posible
ignorancia pululante
entre el creer, si la duda es; si está para blanquear,
delicioso bocado, boca de pez, pescado,
blanquea y aclara la luz de la luna,
su sonata en virtuosismo del teclado,
blanquinegro, claroscuro, pentagrama volátil de las notas
cantando, avispando el espacio, llenándola de ellas,
zambullida virtual, desde el trampolín al agua
¿Qué habrá? Siempre igual, algo habrá.
20-11-05
Fernando.