La estación coronada de ausencias en barro y brillo en silencios,
sola la brisa lleva lo inquieto de esos árboles negros,
diarios viejos, marquillas vacías y boletos de ida
la ciudad duerme en sus brazos de sombras con tela fina.
Un banco de madera naranja sostiene los sueños áridos sin mar, más allá,
algunos fantasmas que aúllan en la espera del tren, balbucean su condena,
roja espera hambrienta de presentes omniscientes,
los muertos rieles marcando el trayecto olvidado,
eternas venganzas del tiempo,
el reloj detenido y convencido del espacio quedo,
que no es, se deja escurrir en los dedos de blanca espuma,
como un almibarado néctar desde adentro sale del cielo,
clepsidra eterna que cae en el espacio vacío, visceral.
Cargas con la pena capital, y enredado en recuerdos revueltos,
el azar zarpa a andar entre comisuras de lunas llenas,
estación fantástica, andén mojado de lágrimas rojas,
hundir el agua y su esencia en la tierra, hasta bien adentro
donde nadie nunca todo, y puedo ser, y soy el fuego sediento..
Las piedras en el cielo, estáticas y doradas,
Igual a las pepitas de oro de tus ojos, llegar a subir,
Siempre con dios a mi lado, ese vuelo de ángel sin destino,
Pienso en color, y una tristeza trenzada erradica peces oníricos
Que sobrevuelan este cielo curvado en noches sin cristal,
La muerte no avisa, dama seductora de negro,
Llevame al sol! Descubre tu velo de amante fatal,
Es una luz o sus ojos,
Que la ceguera parte el vacío sin ver,
La noche regala rocío, la luna su ojo cruel,
Se va este bardo arrepentido, sin saber volver.
sola la brisa lleva lo inquieto de esos árboles negros,
diarios viejos, marquillas vacías y boletos de ida
la ciudad duerme en sus brazos de sombras con tela fina.
Un banco de madera naranja sostiene los sueños áridos sin mar, más allá,
algunos fantasmas que aúllan en la espera del tren, balbucean su condena,
roja espera hambrienta de presentes omniscientes,
los muertos rieles marcando el trayecto olvidado,
eternas venganzas del tiempo,
el reloj detenido y convencido del espacio quedo,
que no es, se deja escurrir en los dedos de blanca espuma,
como un almibarado néctar desde adentro sale del cielo,
clepsidra eterna que cae en el espacio vacío, visceral.
Cargas con la pena capital, y enredado en recuerdos revueltos,
el azar zarpa a andar entre comisuras de lunas llenas,
estación fantástica, andén mojado de lágrimas rojas,
hundir el agua y su esencia en la tierra, hasta bien adentro
donde nadie nunca todo, y puedo ser, y soy el fuego sediento..
Las piedras en el cielo, estáticas y doradas,
Igual a las pepitas de oro de tus ojos, llegar a subir,
Siempre con dios a mi lado, ese vuelo de ángel sin destino,
Pienso en color, y una tristeza trenzada erradica peces oníricos
Que sobrevuelan este cielo curvado en noches sin cristal,
La muerte no avisa, dama seductora de negro,
Llevame al sol! Descubre tu velo de amante fatal,
Es una luz o sus ojos,
Que la ceguera parte el vacío sin ver,
La noche regala rocío, la luna su ojo cruel,
Se va este bardo arrepentido, sin saber volver.