Un hombre, bastante pedante, tomó un día un pequeño bote con el propósito de cruzar hacia el otro lado de la bahía. Mientras tanto se entabló entre el viajante y el lanchero el siguiente diálogo:
Dígame, Señor. ¿sabe usted astronomía? le pregunto al lanchero.
- No- respondió éste secamente.
¡Que pena! Usted ha perdido una cuarta parte de su vida.
¿Sabe filosofía? volvio a preguntarle.
- Ni una sola palabra-
¡Que pena! Ha perdido otra parte de su vida.
¿Sabe usted teología?
- Ignoro lo que es eso.-
¡Que pena! Ha perdido ya tres cuartas partes de vida.
En eso, una violenta ola dió contra el pequeño bote. Los dos se fueron al agua. Para el lanchero no había problema pues era un buen nadador. Pero al ver a su viajante luchando entre las olas le preguntó:
- Señor, ¿sabe usted nadar?
- No, no se- respoindió el hombre.
¡Que desgracia! Ha perdido usted toda su vida.
Dígame, Señor. ¿sabe usted astronomía? le pregunto al lanchero.
- No- respondió éste secamente.
¡Que pena! Usted ha perdido una cuarta parte de su vida.
¿Sabe filosofía? volvio a preguntarle.
- Ni una sola palabra-
¡Que pena! Ha perdido otra parte de su vida.
¿Sabe usted teología?
- Ignoro lo que es eso.-
¡Que pena! Ha perdido ya tres cuartas partes de vida.
En eso, una violenta ola dió contra el pequeño bote. Los dos se fueron al agua. Para el lanchero no había problema pues era un buen nadador. Pero al ver a su viajante luchando entre las olas le preguntó:
- Señor, ¿sabe usted nadar?
- No, no se- respoindió el hombre.
¡Que desgracia! Ha perdido usted toda su vida.