Como carta de presentación les dejaré este poema; es uno de los últimos que he escrito. Espero les guste .
Pueden visitar A Medianoche (mi blog) también. ¡Saludos!
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*
¿Será éste un poema al atardecer?
Y cae el sol,
Se disipan las nubes,
me inundo en esta niebla:
en esta niebla casi azul.
Se vislumbra un rojo cielo,
y cae la lluvia.
Escondo en la tormenta,
mis débiles lágrimas.
Sonrío, admirado,
llorando, desamparado:
vacío, triste, siempre triste.
Me siento como siempre:
me siento mal.
No es común esto,
es tan común que no lo es.
Es tan igual, que diferente,
¡qué frío hace ahora!
Temo, temo tanto.
Veo tu cara en la luna,
una luna que imagino,
que no existe y no lo hará.
Luna parda, luna gris;
saliente luna, luna llena.
Y te recuerdo. Allí te veo.
Aunque no quiero,
allí estás: cerca.
Lejos, en el cielo,
¿y junto a mí?
Tan raro es todo esto,
tan sublime: divino;
tan sublime, ¡divino!
No quiero recordarte;
no quiero hacerlo...
no es suficiente:
te veo en los cielos.
¡Musa mía eres otra vez!
Y yo que pensé que esto,
esto- ¿será un poema?-
lo escribía al atardecer.
¡Intrusa eres!
Hermosa, hermosa,
hermosísima intrusa.
¡Mira estos papeles!
Toma mis ojos y míralos:
llenos están de ti,
empapados con mis...
¡con mis lágrimas!
Míralos, están empapados
con esta lluvia celeste.
Maldita melancolía;
maldito fútil romanticisimo.
Estoy cansado de amarte
sin tenerte y, a veces,
tenerte sin amarte.
¡Qué confuso sentir!
¡Qué confusa confusión!
¿Será éste un poema al atardecer?
Y cae el sol,
Se disipan las nubes,
me inundo en esta niebla:
en esta niebla casi azul.
Se vislumbra un rojo cielo,
y cae la lluvia.
Escondo en la tormenta,
mis débiles lágrimas.
Sonrío, admirado,
llorando, desamparado:
vacío, triste, siempre triste.
Me siento como siempre:
me siento mal.
No es común esto,
es tan común que no lo es.
Es tan igual, que diferente,
¡qué frío hace ahora!
Temo, temo tanto.
Veo tu cara en la luna,
una luna que imagino,
que no existe y no lo hará.
Luna parda, luna gris;
saliente luna, luna llena.
Y te recuerdo. Allí te veo.
Aunque no quiero,
allí estás: cerca.
Lejos, en el cielo,
¿y junto a mí?
Tan raro es todo esto,
tan sublime: divino;
tan sublime, ¡divino!
No quiero recordarte;
no quiero hacerlo...
no es suficiente:
te veo en los cielos.
¡Musa mía eres otra vez!
Y yo que pensé que esto,
esto- ¿será un poema?-
lo escribía al atardecer.
¡Intrusa eres!
Hermosa, hermosa,
hermosísima intrusa.
¡Mira estos papeles!
Toma mis ojos y míralos:
llenos están de ti,
empapados con mis...
¡con mis lágrimas!
Míralos, están empapados
con esta lluvia celeste.
Maldita melancolía;
maldito fútil romanticisimo.
Estoy cansado de amarte
sin tenerte y, a veces,
tenerte sin amarte.
¡Qué confuso sentir!
¡Qué confusa confusión!